domingo, 6 de febrero de 2011

HUGO CHAVEZ EN COSTA RICA TAMBIÉN LOS TIENE LOCOS.


Por Rogelio Cedeño Castro.

I

Esa extraordinaria capacidad que tiene el presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, para comunicarse y establecer una estrecha comunión con las gentes más humildes de su patria, es lo que exaspera a quienes forman parte de las viejas elites de ese país, andino y caribeño a la vez. Los que emiten juicios más moderados, si es que quedan todavía algunos, dirán que es poco formal y que reviste una escasa profesionalidad esa calidez tan propia de ese hijo del estado de Barinas. Es algo que no calza con el exacerbado racionalismo y eurocentrismo de unas elites latinoamericanas, acostumbradas en todo momento a ponerse al hilo con las modas intelectuales de París y Londres, no importa si son revolucionarias o conservadoras o con los dictados, cada vez más agresivos, de un imperialismo norteamericano que hoy se asume como tal, aunque muchos de sus acólitos de la región sigan negando su existencia.

Dentro de los sectores oligárquicos, como también al interior de buena parte de clases medias del Este de Caracas y de algunas ciudades del interior, no importa si se definen como adecos o copeyanos trasnochados, de la derecha delirante de Primero Justicia o de la izquierda arrepentida, ya se consideren socialistas, maoístas, comunistas, trotskistas y hasta incluso anarquistas el grito de alarma es el mismo: los don nadie del país, los llaneros, los andinos o los paupérrimos de las ciudades (en especial los de la atormentada y esquizoide Caracas) se están tomando demasiadas atribuciones, razón por la cual se han vuelto amenazantes para ellos, pues ya no pueden continuar siendo las prima dona de la sociedad venezolana.

Un no tan sutil racismo, que nos remite a los tiempos coloniales, aparece en la escena regional desplegándose en un ámbito geográfico que se extiende desde los barrios del Este de Caracas hasta la cálida Santa Cruz de la Sierra, en el oriente boliviano. Esa gestualidad, esa calidez y ese perfil étnico del hijo de Barinas no son las de ellos, y por lo tanto, actuando al igual que sus congéneres bolivianos que todavía sueñan con restaurar (o recomponer) la Bolivia oligárquica, diseñada a espaldas de las grandes mayorías collas, pero también guaraníes y negras, califican de macaco mayor al presidente venezolano y menor al aymara que hoy ocupa el Palacio Quemado de la capital boliviana. Su impudicia es tal que les impide ver la inhumanidad y hasta el grosero mal gusto que impera en sus dichos y en sus hechos racistas, quizás por eso hasta aplauden los disparates de un decadente rey Borbón.

II

En un vivo contraste con el mandatario venezolano, Oscar Arias Sánchez, el oligarca que desgobierna este pequeño país centroamericano, llamado Costa Rica, no sólo no logra establecer una comunicación, y menos aún, una comunión siquiera aceptable con las grandes mayorías nacionales. Su reelección, irrespetando la Constitución Política de Costa Rica de 1949, todavía vigente, que la prohíbe, se produjo por un estrecho y dudoso margen que nos dejó a los costarricenses un amargo sinsabor, en las elecciones de febrero de 2006, lo que ha puesto en entredicho la legitimidad de los poderes públicos y la convivencia democrática misma.

Habiéndose visto obligado a aceptar la realización del primer referéndum de la historia republican de Costa Rica, el pasado 7 de octubre, con el propósito de definir la suerte que correría el TLC con los Estados Unidos (TLC CAEU-RD), pretende ahora descalificar a la democracia venezolana, a sabiendas de que si en nuestro país existiera un referéndum revocatorio como el venezolano, hace tiempo que habría que tenido que dejar la presidencia de la república.

En un discurso, pronunciado en la localidad de Aserrí, situada en las proximidades de San José, la capital de la república, Oscar Arias se ha permitido descalificar el referéndum para aprobar la reforma a 69 artículos de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela, diciendo que es para darle más poder al ejecutivo venezolano, cuando es precisamente lo contrario, ya que lo pone de verdad en manos de las propias comunidades, al mismo tiempo que introduce una profunda reorganización territorial y político-administrativa que termina por sustraer de los manejos corruptos de las elites regionales y locales, las decisiones sobre la administración y el empleo de una gran cantidad de recursos, hasta ahora manipulados por un clientelismo corrupto hasta los tuétanos y que constituye una pesada herencia de la IV república, adeca y copeyana, con la que ha tenido que lidiar, hasta ahora, el actual proceso bolivariano.

Don Oscar peca gravemente, al mirar la paja en el ojo ajeno y no mirar la viga en el propio, cuando su régimen acudió a vergonzosas prácticas clientelistas, de las que son grandes maestros su ministro de vivienda y su aliado circunstancial, el alcalde de San José, para obtener un pírrico resultado electoral en el distorsionado referéndum del domingo 7 de octubre. El problema es que don Oscar está muy lejos de las cifras electorales favorables que en innumerables consultas ha obtenido el actual presidente venezolano, a partir de su primera elección en el mes de diciembre de 1998.

III

Para la dictadura mediática prevaleciente en la región, da lo mismo que sea la costarricense o la venezolana, el hecho de no sumarse al coro de las descalificaciones contra el actual presidente de Venezuela, constituye el primer paso para ser acusado al menos de ser chavista, una especie de delito de lesa humanidad. En otras palabras que la adhesión, la indiferencia o el rechazo hacia determinada figura política local implica la comisión de un delito y no el ejercicio de uno de los derechos políticos, propios de una ciudadanía democrática.

Los acólitos locales de Globovisión o el Nacional y El Universal de Caracas, tales como los diarios oligárquicos del Grupo La Nación y los noticieros de algunos canales de TV (casi todos en manos de la oligarquía) han emprendido una campaña contra los derechos democráticos de la ciudadanía costarricense, descontenta con los resultados de un referéndum que se convirtió en una burla a la ciudadanía, como asimismo con la violación reiterada de los procedimientos legislativos, por parte de una sumisa y circunstancial mayoría parlamentaria, para aprobar una serie de leyes que impone el imperio para que Costa Rica entre a formar parte del TLC y mientras aplauden los disturbios y la violencia que protagonizan los jóvenes estudiantes, provenientes del patriciado de Caracas y otras ciudades venezolanas, instigan a la represión contra los estudiantes y el pueblo costarricense.

Mientras la policía uniformada, pero también la de civil (la verdadera policía al servicio del régimen dictatorial de los Arias, del que no hablan ni el diario El País de Madrid, ni tampoco Le Monde o Libération de París) se dedican a filmar y a fotografiar a los manifestantes que protestan, con la ayuda de algunos presuntos reporteros gráficos y camarógrafos de los medios de la dictadura, el diario La Nación de San José, destaca en su primera plana, del día martes 27 de noviembre (un día después de un paro de labores y una manifestación de los trabajadores del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), en conjunto con otras organizaciones populares del movimiento de resistencia contra el neoliberalismo) los disturbios protagonizados en Caracas por los opositores al presidente Chávez.

Dos pesos y dos medidas diferentes que acostumbran a aplicar los voceros de la dictadura mediática internacional, uno de cuyos ideólogos es el exdirector del diario La Nación de San José, don Eduardo Ulibarri, una especie de médico–taumaturgo, encargado local de evitar que se propague esa enfermedad llamada chavismo. Por cierto que sus incursiones en campo de la teoría sociológica también han sido notables, en especial por la creación de una nueva categoría de análisis sociológico, con la que denominó a una nueva clase social: la oligarquía callejera, suponemos que conformada por los manifestantes que salen a protestar a las calles de nuestras ciudades. Es decir que hay una especie de sobredeterminación de lo espacial para definir las clases sociales en el aporte del señor Ulibarri, cosa que nos recuerda un poco las obsesiones de algunos grupos del este de Caracas y otras ciudades de Venezuela y Bolivia.

IV

La consulta directa a los electores venezolanos se ha constituido en una reiterada práctica política desde que el presidente Hugo Chávez dio inicio a la V república con una Asamblea Constituyente, a lo largo del año de 1999, la cual a diferencia de lo que ocurría en el pasado, fue ratificada por los electores en uno de los primeros referéndum de su período, cosa que no ha sido la práctica constante en nuestro país, en donde ha prevalecido una cultura política muy autoritaria, a pesar del disfraz democrático con que la han cubierto hasta ahora las elites costarricenses.

En Venezuela los electores decidirán, al aprobar la reforma a los 69 artículos de la constitución de 1999, eliminar la autonomía del Banco Central, una especie de reducto neoliberal a semejanza de lo que ocurre en nuestro país y dar poder a las comunidades organizadas para controlar a las elites locales y regionales, en ocasiones muy corruptas, la extensión del periodo presidencial a 7 años y la reelección indefinida del titular del ejecutivo. Es decir a semejanza de lo que ocurre en el caso de Francia, con su presidencialista V República y en otras constituciones europeas, sin que la dictadura mediática internacional y sus acólitos locales armen tanto alboroto.

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