Ya atajaba Bolívar acerca de la presencia injerencista del
inminente Imperio en que se convertirían los Estados Unidos. Esto a colación de
que muchos creemos en la defensa de los derechos humanos sin cortapisas, pero
otros creen que la defensa de los derechos humanos es sinónimo de avalar las
tropelías del Imperio sin chistar. y de seguir a pie juntillas la opinión de
cualquier funcionario de allá como si fuera la palabra de Dios, aún éstas
fueren contradictorias para con ellos.
Y, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Demasiados
desmanes ha tenido el Imperio para tomarlo en serio cuando se jacta de ser el
non plus ultra en la defensa de los derechos humanos. La triste historia de sus
correrías en el atropello a estos es múltiple y variada: Abu Graib, Guantánamo,
Kandahar, Libia, Siria, solo para nombrar algunos recientes.
Si Venezuela está evaluando seriamente desmarcarse de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos –CIDH- es por el triste papel que
tuvieron sus directivos de avalar el golpe de Estado contra su presidente
legítimo, Hugo Chávez, en el 2002 en una sonora carta de respaldo dirigida a
Pedro Carmona, el usurpador, que dio la vuelta al mundo. Y, otras
contrariedades más. Entonces, a diferencia de lo que alguien ha opinado por
ahí, yo si creo que Bolívar estaría gustoso de desembarazarse de una
institución que en vez de jugar un papel serio y democrático con su mandato se
ha arrodillado frente a los designios de Washington.
Artículo: Carlos Maldonado
A-1 44,178
Fuente: CBCR