En el marco de la conmemoración del 206 aniversario del inicio de la gesta independentista del 19 de abril de 1810, los Círculos Bolivarianos Socialistas de Costa Rica, nos honramos en publicar el pensamiento expresado por el licenciado y politólogo, Don Álvaro Montero Mejía en la Residencia oficial del Embajador, Jesús Arias Fuenmayor de la República Bolivariana de Venezuela en Costa Rica.
Respetados
compañeros y compañeras del cuerpo diplomático acreditados en Costa Rica y que
hoy nos acompañan,
Queridos
Amigos Y Amigas, les agradecemos el particular honor de departir con nosotros
unas breves reflexiones en este lugar, la Embajada de la República Bolivariana
de Venezuela, país hermano de Nuestra América, como llamaba Martí a América
latina y que hoy realiza, bajo la inspiración de la férrea voluntad de ese
valeroso capitán, lúcido y voluntarioso continuador de la causa de Bolívar, el
comandante Hugo Chávez Frías, y con la inmensa responsabilidad asumida por
el Presidente Nicolás Maduro y los
dirigentes sociales y gubernamentales que en este particular momento de su
historia, realizan los mayores esfuerzos para ser fieles constructores de los
ideales de los libertadores, de aquellos que iniciaron y llevaron a cabo la
Primera Independencia de América Latina.
Doy las
gracias a los dueños de casa y a todos ustedes por escuchar estas palabras.
Como es
sabido por todos, fue la llamada Revolución del 19 de abril de 1810 la que da
inicio a la lucha por la Independencia del dominio español en Venezuela. Se nos
haría muy extenso explicar la enorme influencia que tuvieron en la conciencia
de Nuestra América, aquellos grandes acontecimientos de alcance mundial como
fueron la Revolución Americana y la correspondiente Independencia del imperio
inglés en 1776 y después la Revolución Francesa de 1789. La Independencia de
los Estados Unidos origina uno de los documentos más trascendentales de la
historia moderna como fue la Constitución Americana de Jefferson y la
Revolución Francesa, donde las bases de los ideales republicanos, sintetizados
en la formidable consigna de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
Las colonias
españolas de Nuestra América no podían quedar de espaldas a esos
trascendentales movimientos históricos, de espaldas a la libertad, y por eso en
todas partes surgen grupos, cónclaves y organizaciones, a veces secretas,
inflamadas del espíritu de libertad e independencia. A lo largo de todos los
pueblos que se mantenían sometidos al imperio español, echa raíces el
pensamiento independentista y comienza a fraguarse la lucha contra aquel
imperio que era, en esos años de comienzos del siglo XIX, “un imperio
decadente”. Recordemos que los ejércitos de Napoleón habían colocado en el
trono a José Bonaparte, hermano de Napoleón.
Este hecho
contribuía a que Vicente Emparan, el hombre que fungía como Capitán General de
Venezuela, fuese visto como un elemento espurio no sólo por ser el
representante del imperio español, sino por estar bajo las órdenes de un
francés, el mencionado hermano de Napoleón. Reunidos en Cabildo los
representantes del pueblo en Caracas, destituyeron a Emparan y se origina así
la Junta Suprema de Caracas como primera forma de gobierno autónomo que surgía
en Venezuela. Es aquí donde se inicia la etapa decisiva de la lucha por la
Independencia, o mejor dicho, la Gesta Bolivariana por la Primera
Independencia.
Yo desearía
iniciar esta reflexión con un recuerdo de juventud. Quien les habla era
entonces un muchacho de casi 20 años. Tuvo en aquel entonces la suerte de leer,
gracias al impulso de mi padre, el Dr. Álvaro Montero Padilla, eminente
bolivariano y latinoamericanista, un artículo aparecido en la revista
“Cuadernos Americanos”, la que con devoción y esmero dirigía el eminente
maestro y publicista mexicano, don Jesús Silva Herzog. El pequeño ensayo había
sido escrito por otro activo y lúcido maestro de Nuestra América, el
ecuatoriano Benjamín Carrión y estaba dedicado al tema apasionante de lo que él
llamó “Teoría y Plan de la Segunda Independencia”. Después tuvimos la
oportunidad de leer otros escritos de aquel ilustrado maestro, fundador de la
Casa de la Cultura en la nación de Eloy Alfaro. Sus reflexiones han quedado
impresos en nuestra conciencia y nos ayudan, hasta el día de hoy, a comprender
mejor ese complejo y formidable esfuerzo de Independencia y Soberanía que
llevan adelante otros hermanos nuestros de América Latina y que también
impulsan en su patria, El Ecuador y dentro de las particularidades de su
historia, ese impetuoso movimiento que
recibe justamente el nombre de “Revolución Ciudadana”.
Pero antes
de continuar adelante, desearía expresarles las razones por las que un
hablantín como este servidor, ha
preferido utilizar el método de las palabras escritas para dirigirme a Ustedes.
La primera razón es para expresar con énfasis, que todo lo que yo diga aquí es
de mi absoluta y completa responsabilidad y que de antemano exonero a nuestros
nobles anfitriones de alguna expresión o criterio que estorbe, moleste o
incomode a cualquiera de los presentes.
Voy
explicarme: provenimos de una tradición política donde nos hemos permitido, con
demasiada desenvoltura, juzgar, criticar y señalar incluso con severidad, los
hechos y acontecimientos de los procesos sociales transformadores a lo largo y
ancho del mundo. Se trataba, sin duda alguna, de un comportamiento presuntuoso
y dogmático. Nos bastaba con haber realizado unas cuantas lecturas y tener como
referencia procesos originarios que juzgábamos como infalibles, para sentirnos
con derecho de juzgar y criticar a cualquiera por lo que nos ha costado
aprender a examinar cada nuevo esfuerzo transformador a partir de las
particularidades propias de cada pueblo.
Pero las
luchas sociales se han hecho más y más complejas y la sociedad humana y sobre
todo el sistema capitalista, avanzan frecuentemente por senderos insospechados
y complejos. Esto hace difícil o casi imposible dedicarnos a la ligera, a
señalar acuerdos o desacuerdos con otros luchadores o con otros procesos
transformadores y revolucionarios desde aquí, desde Costa Rica, este pequeño o
minúsculo lugar de la geografía donde nos encontramos.
Pensamos que
les corresponde a los luchadores de cada país, con la suma de sus propias
experiencias y en contacto profundo con su historia y sus realidades propias,
los que no sólo pueden sino que están obligados, completamente obligados, a
recurrir al arma severísima de la crítica y la autocrítica y sacar las
conclusiones que les ayuden a ellos mismos como actores directos y a todos los
demás como observadores, a los que estamos fuera de su realidad, a entender
mejor sus tribulaciones, sus juicios, sus probables errores y sus
rectificaciones.
Y debo decir
que resulta estimulante escuchar a los conductores más calificados en cada país
hermano, cuando señalan y critican sus fallas, sus vicios, sus errores. No
puedo dejar de recordar que hace ya bastantes años, conversando en Cuba sobre
ese tema de la crítica y las enmiendas, un compañero cubano nos decía: “en
Cuba, tenemos un crítico feroz y permanente, que no nos da tregua y algunos
pensamos que es el verdadero jefe de la oposición interna:… se llama Fidel
Castro”.
Por eso nos
sentimos tan apenados, aquí en Costa Rica, por esa inapropiada costumbre, en
virtud de la cual en sus declaraciones públicas, algunos mandatarios o
exmandatarios, solo se dedican a exaltar sus “grandes realizaciones” aunque
todos sabemos, sobradamente, que hace ya muchos, muchos años, que esas grandes
realizaciones desaparecieron del quehacer político y social de los gobiernos
nacionales, porque se han dedicado, casi todos ellos, a la terrible labor de
demolición social o al simple abandono, de las grandes conquistas alcanzadas
por el pueblo costarricense, gracias al impulso y voluntad de auténticos reformadores
como Calderón Guardia, Monseñor Sanabria, Manuel Mora y José Figueres Ferrer.
Pero
deseamos retomar el objetivo de nuestra conversación. Hemos venido a conmemorar
o mejor dicho, a celebrar, el 206 aniversario del inicio del proceso
independentista del pueblo hermano de Venezuela y del Estado que lo cobija: la
República Bolivariana de Venezuela. No voy a repetir aquí los datos históricos
que todos ustedes conocen sino que procuraré, como dije antes, ubicar aquellos
acontecimientos en la perspectiva de nuestros días.
Aunque algo
hemos avanzado por atenuar ciertas formas groseras de caracterizar las
divisiones sociales, subsisten en muchas partes los prejuicios raciales, casi
siempre vinculados a la posición social, étnica o económica de las personas.
Recordemos que durante la colonia y en los años posteriores, a comienzos del
siglo XIX, había una clara distinción entre las clases sociales y su ubicación
en función de los privilegios y prerrogativas que cada clase tenía. En muchos
lugares, estas divisiones aún subsisten. Sólo para recordarlo rápidamente,
estaban
1- los peninsulares (los nacidos en el
continente español),
2- los criollos (hijos de españoles, pero
nacidos en América), luego
3- los canarios, enseguida
4- los pardos (mezcla de blancos, indios y
negros) quienes constituían el grupo más grande y que era resultado natural del
mestizaje;
5- finalmente nos encontramos con los
esclavos negros y los indios.
Hablamos
pues de una época precisa ubicada a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo
XIX. Es a finales del siglo XVIII que nacen en Caracas los venezolanos más
ilustres y decisivos en el proceso de Independencia. El primero de ellos, Simón
Rodríguez (1771-1854), conocido como el Maestro de Bolívar. Auténtico humanista
y revolucionario, luchó por la educación de los niños pobres convencido de que
era la única forma de promoverlos y liberarlos en una sociedad particularmente
cerrada y clasista. Su influencia en la formación de Simón Bolívar fue enorme,
pues no sólo lo instruyó sino que le aportó sensibilidad, hasta que aquel
joven, investido de su propio genio, se lanzó hasta ascender a las mayores
alturas del pensamiento y la acción liberadora. El otro gran caraqueño fue
Andrés Bello (1781-1865), sin duda alguna ubicado entre los grandes humanistas
de Nuestra América. Intelectual eminente, fue rector de la Universidad de Chile
e incluso Senador y Rector de la Universidad de aquella nación. Por cierto, un
gran humanista venezolano que había emigrado a nuestro país, víctima de la
persecución de la tiranía, el profesor Dionisio López Orihuela, había sido
durante más de 20 años Director del Liceo Andrés Bello de Caracas. Aquí,
durante su exilio en Costa Rica, contribuyó a brazo partido con mi padre, en la
fundación y las actividades del Centro Médico Cultural que fuera, por muchos
años, un pequeño faro de la cultura y el humanismo costarricense.
Con
anterioridad a la impronta de aquellos grandes venezolanos y durante casi toda
la mitad del siglo XVIII, se produjeron numerosas rebeliones como claro signo
de protesta contra las distintas expresiones de la dominación de España, en
distintos campos: económico, social y político.
Es producto
de esa efervescencia que sobrevienen la rebelión de 1749 encabezada por Juan
Francisco de León, productor de cacao, que se revela contra la llamada Compañía
Guipuzcoana, creada por la corona para garantizarse el monopolio del comercio
de sus colonias americanas y en este caso de Venezuela. Luego se produjo una
segunda rebelión encabezada por José Leonardo Chirino, hijo de un esclavo negro
y de una india liberada. Cuando intenta tomar la ciudad de Coro fue hecho
prisionero y condenado a muerte. Es importante mencionar también por su
naturaleza y por el hecho de apelar a los valores y principios más claramente
políticos y revolucionarios de aquel entonces, inspirados en la Revolución
Francesa, a la rebelión encabezada por José María España y Manuel Guál. Se
introduce en esta rebelión lo que podríamos llamar “contradicciones inter
imperialistas”, como fue el apoyo que tuvieron de parte de Inglaterra y de la
propia Francia. Recordemos que estas potencias coloniales, tenían en la mira la
posibilidad de debilitar la fuerza imperial que controlaba la mayor parte de
los países del subcontinente: nos referimos a España.
Finalmente
se produjo en esa época, otro gran movimiento de rebelión trascendental:
encabezado por Francisco de Miranda, auténtico precursor e inspirador de la
Independencia. No podemos dejar de mencionar aquí que Miranda había participado
como un soldado más, en la propia Independencia de los Estados Unidos y más
tarde fue un activo combatiente en la Revolución social y política más importante
de los tiempos modernos: la Revolución Francesa.
Miranda fue
un expedicionario, un patriota y revolucionario que supo aprovechar esas
contradicciones inter imperialistas de que hablamos. Conocía de sobra el
interés que tenían Inglaterra y los Estados Unidos en mermar o fracturar el
poder colonial español en nuestro continente. De modo que con el apoyo y el
respaldo de Inglaterra y los Estados Unidos, realiza su esfuerzo expedicionario
partiendo de Nueva York en enero de 1806 en el buque Leander y dos buques más.
No alcanza desembarcar porque barcos españoles que custodiaban las costas
venezolanas y los puertos, logran hundirle dos de sus barcos por lo que se ve
obligado a regresar a Trinidad.
Con la ayuda
del gobernador de la isla, organiza una segunda incursión que logra desembarcar
el 3 de Agosto en la Vela de Coro. Sin embargo, Miranda no consigue el apoyo de
los colonos, ya que muchos desconfiaban de él ¿Por qué razón desconfiarían? Es
muy probable que con el apoyo de las propias autoridades españolas, se
propalara la especie de que Miranda era “un agente inglés”. De igual modo y
durante la llamada Guerra Fría, decenas de luchadores sociales, auténticos
patriotas, eran objeto de un similar calificativo: el de ser “agentes
comunistas al servicio de la Unión Soviética”. Sin ir muy lejos y
recientemente, en las elecciones celebradas en nuestro país hace apenas dos
años, un joven y talentoso candidato presidencial, fue objeto de una grotesca
campaña donde se le acusaba de lo mismo que mencionábamos. En nuestros días,
son los grandes medios de comunicación y las cadenas al servicio de los más
poderosos intereses imperiales y financieros, los que se encargan de propalar
intrigas y mentiras a propósito de las fuerzas políticas que en nuestro
continente, luchan por alcanzar lo que con toda sabiduría Benjamín Carrión denominó “la Segunda Independencia”.
Francisco de
Miranda fue un auténtico gigante del pensamiento y la acción, un
internacionalista en el más cabal sentido de la palabra. En busca del apoyo
para su causa independentista llegó a los lugares más insólitos, incluida la
corte del Zar y hasta se dice que tuvo alguna intimidad con Catalina de Rusia.
En el momento más duro y radical del proceso revolucionario francés, Miranda
fue hecho prisionero y obligado a comparecer ante el tribunal presidido por el
más terrible e implacable de los jueces de aquel entonces Fouquier-Tinville,
conocido porque nadie, juzgado por él, se escapaba de la guillotina. Miranda
asume su propia defensa y lo hace de manera tan elocuente y brillante, que no
sólo es liberado sino que salió del recinto donde se le juzgaba, en hombros de
la muchedumbre. Francisco de Miranda es el único latinoamericano cuyo nombre
está impreso en el Arco del Triunfo en París.
Con estos
antecedentes, la historiografía venezolana señala, justamente, que la
Independencia de Venezuela se inicie el 19 de abril de 1810 en Caracas cuando
ocurrió lo que mencionamos, que un grupo de criollos toma el ascenso de José
Bonaparte al trono de España, como uno de los pretextos para convocar un
Cabildo que proclamaría la instauración de un gobierno propio en Venezuela “hasta que Fernando VII volviera al trono de
España” . Semejante proclama no era más que una excusa, un pretexto para lograr
una mayor suma de fuerzas sociales, que pudieran aceptar la posibilidad de que
los criollos de Venezuela, elevada para entonces al rango de Capitanía General,
pudieran formar un gobierno propio.
Sin embargo,
las principales reivindicaciones de su proclama, resultaban a su vez un auténtico
“programa” donde se expresaba las reivindicaciones centrales de aquellos
habitantes que hacia tiempos habían dejado de ser “españoles” para convertirse
en “venezolanos”.
Esta es la
importancia que tienen los programas políticos de carácter estrictamente
táctico. No se escriben con el propósito de divagar en torno a grandes y
definitivos propósitos históricos o de largo plazo, sino que centran la
atención en las más urgentes tareas y que pueden, al mismo tiempo, atrapar la
atención y el entusiasmo de los más amplios grupos, fuerzas y clases sociales.
Eso fue precisamente lo que hicieron los patriotas del 10 de abril. De modo que
propusieron:
1- Liberar
el comercio exterior.
Difícilmente
había aspecto de mayor urgencia económica para las clases sociales ricas y
emergentes, las mismas que conducirían del proceso independentista de ahí en
adelante. Entre estas es necesario señalar a los productores agrícolas,
recordemos que Venezuela era un gran productor de alimentos y principalmente de
cacao, y los comerciantes eran agobiados
por las imposiciones y el control monopólico de España.
2- Prohibir el comercio de esclavos
negros.
Con esta
decisión, se iniciaba la incorporación en condición de ciudadanos, de miles de
los llamados “pardos”. Esta resolución le abre las puertas a la participación
directa en la lucha por la Independencia, de miles de venezolanos que estaban
de antemano excluidos de la ciudadanía en virtud del color de su piel
3- Crear la Sociedad Patriótica (para
fomentar la agricultura y la industria).
De modo que
este esfuerzo independentista inicial, comprendió con absoluta claridad la
importancia de constituir un centro de dirección política, sin el cual era
imposible ganar la inmensa, impredecible y complejísima batalla, que sólo un
genio como el de Bolívar sería capaz de llevar a cabo. Aunque al final,
profundamente adolorido, compungido, agobiado, en medio del pesar y su
grandeza, pronunció las terribles palabras en San Pedro Alejandrino.
Sin el menor
propósito de cometer un abuso histórico yo pregunto ¿No nos dice nada, a
nosotros luchadores sociales de un pequeño país del continente, este formidable
ejemplo que hoy cumple 200 años? ¿Puede alguien suponer que los pueblos,
grandes o pequeños, son capaces de realizar las grandes hazañas de la
Independencia, de la Primera o la Segunda, por insistir en el planteamiento de
Benjamín Carrión, sin un amplio y generoso sentido la unidad y más aún, sin la
construcción de un centro político del más alto nivel donde se permita
discutir, debatir ideas y propuestas y sobre todo examinar, con entero apego a
la realidad concreta, los problemas y dificultades que encaran los procesos
sociales en cada uno de los países de Nuestra América?
Quien les
habla, ha estado siempre firmemente convencido que los procesos sociales
transformadores y en primer lugar las revoluciones sociales, no se hacen o se
construyen solamente en virtud de que las realidades objetivas de los pueblos y
los grandes anhelos colectivos, nos muestren o incluso nos griten, que es
urgente y apremiante cambiar la sociedad. Porque la propuesta de esos cambios
sociales, es necesario articularla en un plan, que sea al mismo tiempo
ejecutado hasta las últimas consecuencias; y un plan, digámolo mejor, Un
Programa, no es un dogma ni lo vamos a encontrar escrito en algún manual porque
debe surgir, tal como lo afirmaba uno de los más grandes sabios y conductores
revolucionarios de la historia, “del análisis concreto de la realidad
concreta”.
Ahora mismo
estamos evocando el punto tercero de los patriotas venezolanos el 19 de abril y
que fue la constitución de la Sociedad Patriótica, convertida por ellos en un
centro digno de la discusión y el examen de las tareas de la Independencia.
Allí estaban presentes Simón Bolívar y Francisco de Miranda. Pero resulta que
aquí, en nuestro pequeño país, donde ningún hombre y ninguna mujer está cerca
de alcanzar la grandeza de aquellos conductores, nos tornamos frecuentemente
incapaces de sentarnos a dialogar, a debatir y discutir sobre las tareas
concretas y más que tareas, los planes que con todos sus detalles, nos
conduzcan a la Segunda Independencia.
Además, no
se trata solamente de nosotros aunque lo que aquí ocurra sí será, en lo
fundamental, una responsabilidad que nos compete básicamente a nosotros los
costarricenses. Pero algunos dirán “¿y dónde queda el internacionalismo?” La
pregunta es pertinente, pero no nos otorga el derecho de juzgar a la ligera o
convertirnos en jueces y menos decidir aquello que constituye el derecho y el
deber de cada pueblo. En este sentido, nuestra suprema responsabilidad en
relación con los pueblos hermanos que luchan, se llama “solidaridad”, es decir,
brindar el apoyo más activo, respetuoso y desinteresado, a los que están
sumergidos en la brega de sus combates sociales y solidaridad con aquellos que
representen legítimamente esas luchas. Hay algo más en esta tarea y consiste en
demostrar capacidad para enfrentar a esas fuerzas que, desde la Primera
Independencia hasta nuestros días, obran en nuestras sociedades con el único
propósito de evitar el avance de los pueblos.
Esta labor
requiere, respetables amigos, un discernimiento complejo. Pienso que tampoco
vamos a encontrar en los manuales una cabal descripción de las complejas y a
veces casi indiscernibles relaciones o contradicciones entre grupos y clases
sociales. Basta con observar los procesos transformadores que se han producido
recientemente en Nuestra América. Cada uno de ellos es una fuente inagotable de
ejemplos y nuevas experiencias aunque los aspectos esenciales de sus luchas
están centrados en la recuperación de sus riquezas naturales y sociales y en la
difícil, dificilísima, unidad de fuerzas que conduzca a la ejecución y puesta
en marcha de programas transformadores y justicieros.
En algunos
casos, como es en nuestra modesta opinión, lo que ocurre en Colombia, los
esfuerzos del Presidente Santos y de las FARC EP están orientados a darle, por
primera vez en los últimos 60 años, un verdadero asidero al Estado Nacional
colombiano, porque allí, en Colombia, fuerzas de diferente signo y distintos
intereses, pero cada una un enorme poder social y hasta económico han tenido,
cada una por su lado, un decisivo control sobre segmentos muy grandes de la
ciudadanía y de la vida social y económica de ese hermano país; hablamos del
ejército, de la guerrilla, de los carteles, de los representantes de la cultura
y la sociedad civil y del propio gobierno.
Este esfuerzo de unidad que se celebra
principalmente en La Habana, constituye también según nuestro criterio, el
primer acto decisivo por unificar la Patria de Germán Arciniegas y García
Márquez, un acto decisivo para convertirlo en un Estado Unificado y en Paz.
Además, desde aquel glorioso momento en que Bolívar desciende de los Andes,
como Aníbal y libra la batalla de Boyacá para hacer libre a Colombia, quizás
ningún otro esfuerzo ha tenido el significado y las repercusiones para ese país
hermano, como el proceso de paz que se discute hoy en La Habana.
Pienso que
es importante, ahora que hablamos de ese proceso de reunificación de la Patria
Colombiana para reiniciar el cumplimiento de grandes tareas históricas, hacer
un énfasis especial en el problema de la unidad de fuerzas para hacer posible
un verdadero salto adelante en la conformación de una Patria más justa,
democrática y participativa.
Recuerdo que
hace bastantes años un periodista mexicano le preguntaba en una entrevista a
Fidel: (cito de memoria el sentido de la pregunta)
¿Por que en
América Latina se producen permanentemente luchas y movilizaciones y a veces
auténticas rebeliones campesinas, incluidos valientes y audaces combates
estudiantiles que inundan las calles con sus justas reivindicaciones, donde los
obreros participan en marchas multitudinarias exigiendo sus derechos y en
muchos casos paralizan por horas y por días las actividades económicas de los
Estados y sin embargo, concluía el periodista, no vemos que estas luchas se
transformen en grandes movimientos capaces de asumir el control y la dirección
de los Estados?
La respuesta
de Fidel estuvo llena de sencillez y profundidad cuando dijo:
- ¡Porque se han dejado aislar!
Y dejarse
aislar significa exactamente eso de que hablábamos antes, o sea, que las clases
sociales más interesadas en que las cosas cambien para bien y en beneficio de
los más amplios sectores sociales, no son capaces de convertir los actos de
protesta y sus propias reivindicaciones, en la base de nuevos y potentes
procesos de unidad política, en pocas palabras, el anhelo de cambios y
transformaciones no se convierte en una forma organizada que les permita a los
pueblos ascender al poder del Estado. Frecuentemente las luchas políticas y
sociales se expresan en visiones cortoplacistas, politiqueras e incluso
intrascendentes, como buena parte de los debates parlamentarios. También se
producen formas de unidad incompletas, donde no están representadas todas las
fuerzas y clases sociales indispensables, capaces de ser agrupadas en un
programa nacional, patriótico, progresista e incluso revolucionario.
Observemos,
queridos amigos y amigas, la lucidez de aquellos representantes caraqueños de
hace 206 años pues cuando le dieron vida a la Sociedad Patriótica, no hicieron
más que constituir una especie de Estado Mayor Civil, por emplear el término
que le resulta caro a un distinguido compañero de lucha y que ellos, los
caraqueños de hace 206 años, convirtieron en el centro de las reflexiones y las
decisiones que hicieron posible la Primera Independencia.
El resto de
la historia, desde la Campaña Admirable hasta el ingreso de Bolívar en Caracas,
en la que encontró destruida por un terremoto, marcan pasos de lucha, dolor,
sufrimiento y heroísmo, que el pueblo de Venezuela ha tenido que enfrentar para
mantenerse fiel a los ideales del Libertador.
Pero no
quisiera terminar estas palabras sin referirme a un aspecto que con toda
seguridad, permanecerá vivo por muchos años más, aunque algunos quisiéramos que
se resolviera en un breve período de tiempo. Me refiero a dos cosas: primero,
al triunfo de la verdad, salidos de los debates adheridos a la crítica y la
autocrítica, por encima del latrocinio, la demagogia y la politiquería. En
segundo lugar, nos referimos al triunfo y la consolidación de los gobiernos y
los movimientos sociales que logren sacar, definitivamente a Nuestra América,
de esa situación en que ha estado sumida casi desde el momento mismo de la
Primera Independencia. Ustedes saben que nos referimos a las desigualdades
sociales, la pobreza crónica, el desempleo, la ignorancia política de
multitudes y otros males históricos que las acompañan.
Y ya que
hablamos de ignorancia, deseamos enfatizar que no nos referimos solamente al
analfabetismo sino a esa terrible y en apariencia invencible forma de
ignorancia que es la ignorancia política. Decimos que es terrible, sobre todo
por sus consecuencias. En efecto, la ignorancia política es auspiciada y
controlada con el uso de los grandes medios de comunicación, manejada por
refinadas maquinarias de desinformación y control de multitudes, y es
presentada siempre con la apariencia de informaciones objetivas y veraces,
cuando en realidad consiste en la sustracción espuria de una parte vital de la
inteligencia humana, como es el desarrollo de métodos de discernimiento libres
y honrados, como es la conciencia de saber y conocer que los males sociales
tienen una causa y un origen perfectamente explicable y discernible.
Por eso no existe
tarea ni empeño más complicado y difícil que la realización de cambios
profundos y revoluciones sociales y que hoy, dadas las condiciones por las que
atraviesa Nuestra América, deben ser realizadas por medios pacíficos. Si la
Primera Independencia fue conquistada por medio de la guerra y que la Segunda
Independencia parecía llevar el mismo camino, el nuevo milenio ha comenzado
abriendo en cierta forma, la esperanza de cambios y transformaciones que no
impliquen el nivel de sacrificio y de dolor de aquellas primeras gestas. Aunque
algunas veces, viendo los métodos y los procedimientos que utilizan los
enemigos de los pueblos, uno tiene derecho a pensar si esta venturosa
oportunidad que han abierto los pueblos en la parte sur del continente, podrá
ser convertida en una pauta más humana, menos cruel y dolorosa que la Guerra
Justa que emprendieron los Libertadores.
Pero no
sabemos aún. Porque existen fuerzas empeñadas en unificar, literalmente, el
mundo económico y político bajo la égida de una visión corporativa y financiera
sobre lo que habría mucho, quizás demasiado, de que hablar. Es un hecho bien
conocido que la severidad de la crisis económica de 2008, se convirtió en el
mayor negocio de la historia para las corporaciones transnacionales y el sistema
financiero de los Estados Unidos, que recibió del gobierno de Bush hijo, una
“ayuda” cercana a los 100.000 millones de dólares, cifra que fue repetida poco
tiempo después, durante el primer año de la administración Obama.
Estas fuerzas que encarnan hoy el poderío
mundial del sistema capitalista, no han renunciado al más cruel y brutal de los
procedimientos imperiales en el ejercicio del poder: la guerra de agresión y
con ella, los viejos métodos de la represión brutal, del asesinato político o
el despliegue militar y represivo de fuerzas internas. Es cierto que en América
Latina estas actividades han cedido el paso a nuevas formas de control y
dominación, aunque no sea el caso de Honduras, e incluso, han fortalecido ese
método llamado del “golpe suave”, el que sería imposible sin las campañas
mediáticas y el engaño sistemático de las multitudes. Éste método está, en
estos mismos momentos, en pleno proceso de aplicación en países como Brasil y
Venezuela.
Consideramos
que no resulta abusivo ni pretencioso decir que esta batalla es imposible
ganarla sin una batalla en la conciencia y sin el empleo del arma más poderosa
que es el arma de las ideas. Y es aquí donde se revela en todo su significado,
ese tema al que nos hemos referido en otras ocasiones y que hemos denominado
“el Factor Dirección”.
Siempre se
ha dicho que cuando se revela como indispensable en la historia, surgen los
hombres y las mujeres que asumen esa tarea de sintetizar los anhelos colectivos
y abrirles nuevos horizontes a la lucha de los pueblos. Además, esta labor no
deberá ser necesariamente, encarnada en una sola persona por lo que volvemos al
concepto mencionado antes, de un “Estado Mayor Civil” Pero eso no será jamás ni
una casualidad, ni un acto providencial. Porque no siempre tendremos en Nuestra
América hombres o mujeres de la envergadura de los conductores que han iniciado
el camino de la Segunda Independencia. De aquí resulta indispensable convertir
ese factor en una tarea sistemática, organizada, planificada, ejecutada con el
espíritu más fraternal y unitario. Mantenemos la fe y la confianza en que bajo
la inspiración de esta fecha y el cálido y emotivo recuerdo de ese gran
conductor, Hugo Chávez Frías, manifestemos sin tregua nuestra solidaridad
incondicional con los pueblos que luchan.
Muchas
gracias a todos Ustedes por la paciencia de escuchar estas palabras.
Articulo: Alvaro Montero Mejia
Fuente: Prensa CBSCR
Articulo: Alvaro Montero Mejia
Fuente: Prensa CBSCR