Decir Fidel es pensar en pruebas, adversidades y victorias.
Su nombre ha entrado a la historia mundial por haber convertido en potencia
moral a un pequeño país de apenas 110 922 kilómetros cuadrados. Mencionar su
nombre es pensar en voluntad férrea, en carácter indoblegable e inteligencia
profunda; su defensa de los países en desarrollo, lo han hecho líder de los
humildes, de los que añoran y creen en que un mundo mejor, de paz, sí es
posible.
Decir Fidel es decir Cuba, Martí, Moncada, Sierra Maestra,
Revolución. Su mayor reto es estar vivo y haber desafiado a la muerte en 667
oportunidades, cifra idéntica a los intentos de atentados “conocidos”,
planificados por el imperialismo para intentar desaparecer al hombre,
desconociendo que “las ideas no se matan”. Nuestros enemigos históricos han
ayudado a convertirlo en leyenda, desde aquel día en que en la Sierra, frente a
un bohío destruido por bombas “Made in USA”, le hicieron jurar que los yanquis pagarían
por lo que habían hecho. La vida le ha dado la razón a sus 88 años.
Fidel le pertenece a cada país saqueado, agredido, a cada
niño con hambre, pero con esperanza en un futuro diferente; Fidel es nuestro,
de todos, incluso de quienes siendo sus enemigos, le admiran y enaltecen.
“Fidel, ve del otro lado de la esquina, Fidel escucha la hierba crecer”; Fidel
es su pueblo rebelde, estoico y creador. Su humildad y sencillez, únicas e
inequívocas virtudes sinónimos de grandeza pura y real, que le llevan a creer,
como Martí, que la gloria toda, cabe en un grano de maíz.
Fidel para los cubanos y cubanas se ha convertido en un
estado del alma, parte intrínseca de quienes pertenecemos al bando de los
dignos. Su altura de hombre de ideas, padre, constructor de pueblos, impulsan
el sol junto a otro Comandante solar y volcánico, “que sintió como sienten las
entrañas de la tierra, la inmensidad continental y lo alto de las montañas”,
Chávez, su amigo, hijo, hermano… que a su lado lucha y luchará mientras haya un
hombre y una mujer de bien, enfrentados a quienes pretenden cubrir a la América
nuestra, de miseria en nombre de la libertad.
Fidel ha sabido tan grande como el Turquino, hacer realidad
la frase martiana allí anclada para la eternidad: “Escaso como los montes, son
los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación y
humanidad”. Fidel ha sabido alzarse y mirar desde una altura que le ha
permitido desde el presente “acudir al futuro y regresar para contárnoslo”. Él,
Martí y todos los héroes y heroínas de una Revolución victoriosa a pesar de los
pesares, iluminarán nuestro camino de tierra irredenta hasta la victoria
siempre.
Articulo: Félix Manuel Calvo Araújo
Fuente: Visión desde Cuba