Muy mala cosa se
trama contra Venezuela. Bogotá es el centro de operaciones de una conspiración
transnacional para poner de rodillas la Revolución Bolivariana.
Esta es una
realidad que hemos denunciado muchas veces sin ser escuchados.
En 2001 denuncié
que en Cartagena se planificó el Golpe de Estado contra Chávez, y nadie me
paró. Sufro cotidianamente la enorme angustia patriótica de ver cómo nos
carcomen enemigos externos con complicidad de corruptos criollos, sin que una
dirección revolucionaria tome las acciones debidas.
La alianza de
Capriles con la oligarquía neogranadina es absolutamente lógica y está tutelada
por el Departamento de Estado y el Pentágono, que tienen en Colombia una cabeza
de playa contra la unidad latinoamericana. Allí está de muestra la reunión en
Cali de una presunta “Alianza del Pacífico” que reaviva el ALCA.
Juan Manuel
Santos, durante su campaña electoral, afirmó en una asamblea empresarial, al
referirse a la relación con Venezuela: “ese mercado será nuestro”.
Por su parte
Capriles, en su obsesión presidencial, ofreció al capital colombiano que lo
financió en 2012 y 2013, que les daría participación directa en el negocio
petrolero, con opción de poseer acciones en una privatizada PDVSA.
Este es el asunto
que está detrás de las frecuentes visitas de lacayos opositores al vecino país;
están recibiendo dinero del narcotráfico paramilitar a cambio de entregar
nuestra soberanía al santanderismo antibolivariano.
En el pasado mes
de abril se vieron algunos pasear por las tarimas del Festival Vallenato de
Valledupar, escoltados por matones consagrados del paramilitarismo que reina en
esos predios. Es la misma gente que en Perijá mata luchadores indígenas.
Quienes reducen
estas relaciones a una fulanas asesorías de imagen y campañas deformadoras de
opinión, se quedan muy cortos; esta alianza lleva el sello de una fuerza
macabra que actúa en Colombia desde hace décadas, haciendo negocios sucios,
traficando armas, tecnologías terroristas y desestabilización regional.
El sionismo
internacional es quien dicta los lineamientos.
Capriles es una ficha de ellos,
una construcción mediática, un político sin méritos, pero con ambiciones
patológicas.
Lo que más apena
es que las torpezas y blandenguerías en nuestro campo bolivariano, hayan
permitido la germinación de esta plaga.
La corrupción de
funcionarios civiles y uniformados ha puesto nuestras fronteras al servicio del
plan santanderista.
Nuestra gasolina, nuestros bienes de consumo subsidiados y
hasta nuestras licencias de importación de alimentos, se venden en Cúcuta o
Maicao descaradamente; como años atrás se vendieron los ochenta mil carros
robados en Venezuela.
“Por allí se va la Patria ”, dice el estribillo
de una gaita zuliana. Nosotros decimos que así se expone a riesgos
injustificados, no sólo la sobrevivencia de la Revolución Bolivariana ,
si no, incluso, la existencia de un país soberano llamado Venezuela.
Artículo: Ildefonso Finol
Fuente: Prensa CBSCR